(¡Manos a la obra!)
Me pongo un pañuelo en la cabeza como un pirata. El techo es de madera bien cuidada, lo que me libera de mucho trabajo, pero desatornillo mueble a mueble y lo saco de la caravana al suelo de cemento del garaje. Pinto de blanco las paredes del cuarto de baño con pintura de baldosa para aislarla aún más de la humedad de la ducha. Tengo que darle dos manos a toda la caravana y aunque parece un sitio muy pequeño, no me explico por qué estoy tan cansada y me está costando tanto. Cuando termino y la veo tan reluciente y llena de luz, me motivo a seguir pintando los muebles incluso por dentro.
Una vez está todo seco, repongo los colchones por unos nuevos y me coloco unos banderines de topitos rosas y azules a lo largo de la pared de mi litera.
Me digo para mí misma que debo parecer muy infantil, pero es todo lo contrario, ya que me da igual lo que puedan pensar de mí.
Vuelvo a montar todo de nuevo y coloco todos los utensilios en su lugar, incluidos el gel, champú y productos de belleza en el mueble-botiquín del cuarto de baño.
Cuando acabo, estoy agotadísima pero contenta. Cierro la caravana y cojo mi coche. Me voy a comer una pizza en la pizzería de costumbre, acompañada de unas patatas bravas a la pimienta y un refresco. Estoy dando saltos de alegría internamente. Por fuera soy incapaz. Me duele absolutamente hasta el último músculo.
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