Me llamo Jean

Me llamo Jean y estoy herido. Me ha descubierto su marido cuando me vestía mis calzoncillos.

Mientras yo le daba un puñetazo para defenderme, él me asestaba un navajazo en el costado.

Ha caído al suelo. Al ver la sangre que empezaba a expandirse por mí camiseta he considerado que no sería capaz de seguir esquivándolo, así que he huido. Llevo corriendo un buen rato sabiendo que me persigue con un perro y su capataz.

No sé por qué se lo ha tomado así. No he sido yo quien ha buscado a su mujer. Lleva meses provocándome hasta que me he convencido de que estoy harto de hacer él imbécil por un déspota cabrón como él que no respeta a nadie. ¿Por qué tenía que hacerlo yo?

En lo alto de la colina y tras unos árboles veo el brillo de una luz. Es una pequeña cabaña de madera. No quiero meterles en líos pero sino me dan refugio. Voy a acabar por desangrarme. Por más que presiono la herida con mi movimiento al correr no deja de gotear.

Llamo a la puerta con el puño manchado de sangre y a los pocos minutos me abre una muchacha de ojos dulces. Se asusta al ver mis manos.

No me da tiempo a contarle nada porque me quedo sin fuerza y caigo de rodillas. Ella mira tras de mí, se oye al perro ladrar, está cerca.

Intenta tirar de mí. Pasa mi brazo por su cuello y justo pasar el umbral cierra la puerta con el pie. Me lleva a su habitación.

Intento ayudarla como puedo pero ya no me quedan fuerzas. Me tira al suelo y me empuja bajo su cama.La larga colcha me presta un escondite.

Friega con rápidez las manchas de sangre que he dejado en el suelo de madera y embadurna la mesa del comedor con harina.También sus manos y su cara. A los pocos segundos una cara de hombre enfadado se asoma a las ventanas y luego llama a la puerta.

Oigo cómo abre la puerta.

– ¿Has visto a alguien por aquí? -pregunta el hombre con voz desagradable.

– ¿por aquí? ¿En casa? -responde ella fingiendo ignorancia.

-Bueno, o por el bosque. ¿Has visto a un hombre corriendo?

– Sólo está Lucas cortando leña por los alrededores.

-Te aconsejo que nos avises si ves a alguien por aquí, es peligroso no hacerlo -sugiere con doble sentido.

-¿Qué ocurre Nicolás? -es la voz de un hombre joven que parece venir en ayuda de la chica.

-Tan sólo advertía a tu hermana. ¡Andaros con ojo! A Luis no le gusta que le vayan en contra de sus intereses.

En cuánto el hombre se marcha, los dos hermanos entran en casa.

-Te dije que no le abrieras la puerta -insiste el chico.

-Si no lo hubiera hecho hubiera sospechado.

-¿Hubiera sospechado el qué? -pregunta él extrañado.

Oigo sus pasos que se acercan a la habitación y mientras yo intento salir de debajo de la cama. Aún tumbado en el suelo, él me pregunta…

-¿Y a ti qué te ha pasado?

-Creo que me han despedido -digo con ironía.

-Bonita forma de darte el finiquito -dice mirándome la herida-.Vamos a tumbarle en la cama, Alice. Cógele de los pies que yo lo haré bajo los brazos.

Siento como si me desgarraran la herida pero en un momento me colocan sobre la cama de Alice.

Voy a ir a por él médico, si él viene identificarán su coche y si vamos todos al hospital puede que nos encontremos a esos energúmenos por el camino. Quédate con él, intenta presionarle la herida y no le abras la puerta a nadie. Y tú -me dice refiriéndose a mí-, ni se te ocurra ponerle un dedo encima a mi hermana. No sé quién eres, ni qué habrás hecho, agradece que mi madre nos enseñara humanidad.

-No muerdo la mano del que me da de comer -le digo con dificultad. El dolor se me está haciendo insoportable. Alice me mira con compasión.

-No tardaré -dice Lucas, saliendo precipitadamente. Alice se coloca a mi lado y presiona mi herida con sus manos blancas. Lo hace con delicadeza pero también con firmeza. Me quejo un poco sin poder evitarlo y ella me mira angustiada a los ojos.

-No te preocupes, estoy bien. No es más que dolor -le digo intentando tranquilizarla- puede que pierda el sentido pero no dejes de presionar la herida.

Automáticamente presiona más fuerte, lo que hace que sienta como si me clavaran el cuchillo de nuevo. Aprieto los puños para evitar gritar.

-Lo siento, lo siento… -dice aflojando un poco de nuevo.

-Me acosté con su mujer- le digo de imprevisto. Ella me mira sorprendida- No quiero que pienses que soy un ladrón y tampoco quiero que la confianza más adelante me impida contártelo. Así ya sabes a qué atenerte y yo también.

-No suelo juzgar a nadie sin conocerlo -me responde Alice con tranquilidad.

-¿No quieres saber por qué lo hice? las mujeres soléis ser muy curiosas.

-No es mi caso -responde secamente. Creo que la estoy importunando pero estoy tan rabioso con mi dolor que no puedo dejar de hacerlo.

-Lo hice por despecho -le explico-. Marido y mujer juegan con los sentimientos de los que le rodean-. Él imaginaba que nadie se atrevería a ofenderle, trata a todos como basura y ella está muy segura de su belleza.

-¿Intentabas arreglar el mundo? -me pregunta con una sonrisa.

-Intentaba vengarme de él -le respondo.

Se oye el motor del Land Rover de Lucas que se acerca. Al poco, los pasos de dos hombres en el porche de madera y la puerta cuando entran.

-¿Dónde lo tienes? -pregunta el desconocido.

-En la habitación de Alice. Pasa, nos están esperando.

El médico saluda a Alice con los ojos brillantes y ella se aparta de mí para dejarle su lugar.

-Sobrevivirás -me dice al levantarme la camiseta -pero tengo que darte unos puntos de sutura. Voy a dormirte la zona.

Me pincha en el costado con una inyección y al poco rato siento una gran mejoría. Me limpia la herida con una gasa y me da unas puntadas que apenas siento. -No te muevas en dos días -me dice y después se dirige a los hermanos -Es posible que esta noche tenga fiebre, si no se la conseguís controlar vais a tener que llevarlo a un hospital.

-Veremos lo que hacemos, esa gente no va a dejar de buscarlo tan fácilmente -dice Lucas.

-No quiero meteros en líos -digo levantándome.

Lucas me frena.

-El médico ha dicho que no te muevas. No he ido a buscarlo para que ahora te mueras en cualquier rincón del bosque, nos las ingeniaremos sobre la marcha. Lucas acompaña de nuevo al médico y vuelve a dejarme solo con Alice.

La herida ha dejado de dolerme. Me incorporo hasta quedarme sentado apoyado en el cabezal.

-Sabes que le gustas al médico, ¿no?”

Alice me mira queriendo fundirme.

-Creí que las mujeres éramos las curiosas… -responde cortante.

…….

Alice me ha preparado algo de cena. No me dejan moverme de la cama así que estoy aquí sentado solo hasta que no viene a traerme un plato o a llevarse el que he terminado. No sé qué tiene Alice pero me gusta. Querría romper esa coraza que no la deja respirar y que me permitiera conocerla mejor. Cuando me ha traído la sopa, he puesto mis manos sobre las suyas apresándolas. Ha sido un momento en el que nos hemos mirado a los ojos. Sabía que lo estaba haciendo con toda mi intención pero no ha mostrado ningún sentimiento.

Tan sólo ha esperado hasta que la soltara y lo he hecho, porque me he dado cuenta de que no voy a conseguir nada si ella no quiere.

Voy a seguirlo intentando. Hacía mucho tiempo que alguien no llamaba tanto mi atención.

-Deja que te ponga el termómetro, hay que comprobar que no suba la fiebre -me dice. Levanta mi camiseta y coloca el termómetro bajo mi brazo y en esos segundos noto la dulzura de su caricia porque aunque hermética, es mujer. Una mujer con una delicadeza especial.

La miro a los ojos y ella lo hace también. No habla pero puedo ver a través de ellos.

Pasados los minutos de rigor, comprueba el termómetro.

-Quiero agradecerte lo que estáis haciendo tu hermano y tú por mí.

-Aún no lo has agradecido lo suficiente -responde- Te está subiendo la fiebre.

Al cabo de una hora, estoy muerto de frío y temblando pero ella me quita la camiseta y desabrocha el botón de mis pantalones

-¿Qué vas a hacer? -le pregunto.

-Salvarte la vida…

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Un comentario en “Me llamo Jean

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