Noelia.
Mi padre acaba de jubilarse. Él y toda la cuadrilla de mano de obra con los que ha trabajado durante tantos años. Eran de la misma quinta, se conocían del barrio y de jóvenes salían de fiesta.
Me ha traspasado el negocio y se ha largado con mi madre a Asturias. A pasar, según ellos, algunos meses mirando el mar. Han comprado una casa vieja y tienen pensado ir reformándola poco a poco. Si no fuera porque me ha dejado con un marrón de campeonato, reconocería que soy su fan número uno. Sin ataduras, sin tener que poner buena cara a ningún cliente y haciendo lo que a uno le gusta para sí mismo. ¡Yo también quiero!
-¡Hija! Sé que puedes con esto. Llevas mucho tiempo trabajando conmigo. Ya has aprendido todo lo que puedo enseñarte.
-Pero papá… -era mi suplica con pucheros, aunque muriéndome de envidia ¡por supuesto!
-Espero tener la casa medio acondicionada en poco tiempo y me gustaría que vinieras a pasar el verano con nosotros -me dice para animarme.
Nos despedimos con alguna lagrimita y abrazos eternos como si en lugar de irse al paraíso en la tierra, se fueran al del cielo.
Y aquí estoy, buscando en San google del móvil, a alguien que pueda ponerme un techo de pladur en el 4º 2º.
Esto de empezar desde cero, sin saber si puedes confiar en quien contratas, es como jugar a la lotería.
Aún recuerdo cuando cogió la baja pepe “el yesero” y mi padre contrató a un jovencillo que se publicitaba como bueno y barato pero no decía nada de “sin experiencia”. El grosor de la pared aumentó varios centímetros y ya no hablemos de la cantidad de sacos de yeso que se “comió” en media mañana. ¡Un desastre total!
Mi teléfono vomita unos cuantos nombres con números de teléfono. Algunos son empresas grandes que me dan mala espina. Quiero ganar dinero yo, no que sean ellos los que lo ganen a mi costa. Casi al final de los resultados, un nombre y apellido, que me da a entender que trabaja en solitario. Me conviene alguien así, que dependiendo de su disponibilidad, que espero que sea los más completa posible, pueda dedicarse a mis pisos hasta que estén reformados para alquilarlos.
Añado su contacto en mi whatsapp con la esperanza de poder comunicarme con él sin tener que usar la llamada de voz. Soy muy rara, lo sé, pero prefiero escribir a hablar. En directo, suelo atrancarme y me bloqueo. Escribiendo me da tiempo a pensar. No quiero meter la pata, comprometerme demasiado rápido, que sea muy caro o no me guste como trabaja y luego tenga que arreglar el embrollo. Eso de decir “no”, me cuesta horrores. Y no puedo perder dinero, necesito mantenerme por mi cuenta ahora que estoy sola. ¡Dios mío! ¡Estoy sola! Me entra el pánico sólo de pensarlo. Mis padres están a kilómetros de distancia. Mejor lo dejo para mañana. Hoy no puedo afrontarlo, voy a respirar y recuperar mi autoestima.
Me siento delante del televisor, y presiono el botón de Netflix del mando a distancia. Busco alguna serie de mujeres empoderadas para ver si me contagian de su seguridad como mujeres bellas y capacitadas. Una falsedad, pero funciona.
«Escribo novelas románticas y eróticas, si te está gustando esta novela, te recomiendo «Por un hombre así» que puedes descargarte en formato digital a través de la plataforma segura de Paypal. La descarga es directa pero aún así durante el proceso tendrás que escribir tu e-mail y yo te la enviaré a tu correo. Para cualquier duda, pregúntame en twitter o en mi correo
Échale un vistazo.»
Descubre más desde CAMR
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
