Capítulo 3 «Una casa se empieza por el tejado»

Laurent.

¡No se puede ir más de culo! No llego al próximo cliente. ¡No sé para qué tengo whatsapp! Estoy demasiado localizable. La gente no entiende que si estás pendiente del puto móvil, no puedes trabajar. El cemento y las nuevas tecnologías de telecomunicaciones, no casan.

¿Cuál era la dirección? ¿Qué número?

Miro de nuevo el infernal artilugio que tiene 7 nuevas notificaciones. Si no paran de enviarme mensajes, ¿cómo voy a saber cuál era el último chat?

Era una chica, en pijama, creo, despeinada. A ver si es esta que se ve tan amarilla… Sí, aquí está.
Es en el próximo tramo de calle.

Cuando llego a un edificio muy antiguo con la fachada desconchada, me doy cuenta de lo necesitado que está de una buena limpieza de cara.

Me asomo a la puerta de cristal para ver cómo está la portería y los desconchones por humedad continúan dentro. O no se han dado cuenta que hay algún escape en el mismo edificio o es en la calle. Deberían avisar a la compañía de agua.

Me alejo un poco para observar la fachada del edificio de al lado y en efecto, está en la misma situación. Todo da a entender que la pérdida está en la calle. No quiero pensar cómo debe estar el asfalto por debajo. El agua suele llevarse la arena en su recorrido y dejarlo hueco. Salto para ver si noto algo, a riesgo de irme para abajo, hacia el mismo infierno. ¡Tampoco peso tanto como para que se rompa, pero no sería la primera vez!
En eso, aparece una chica muy parecida a la de la foto. Por suerte va vestida de calle. ¡Uno se ha encontrado de todo! Ya no me sorprende casi nada.
Me abre la puerta con una cara entre sorprendida y asustada. Tiene facciones de duende, perfilada, delgada, con el pelo recogido en un moño de esos despeinados que tanto les gusta a las mujeres. No entiendo muy bien por qué se peinan para despeinarse, pero reconozco que me gusta.

-¡Hola! ¿He quedado contigo verdad? Al menos, te pareces a la de la foto del whatsapp.

-Ehhh… siiiií! –dice mirando su móvil con los ojos muy abiertos.

Se aparta para dejarme pasar, abriendo tanto la puerta que me da la sensación que se va a salir de las bisagras.
Como un gran faquir entro por la puerta grande, mientras ella parece esconderse tras la gran portalada.
Miro a mi alrededor… ¡Aquí tengo trabajo para diez años! Pero seguro que sólo quiere arreglar el grifo de la cocina como suele pasar. Nadie quiere gastarse demasiado.

-¿Qué necesitas?

-Ehhh… Es en el 4º2ª

Suelta por fin la puerta de hierro que se va cerrando poco a poco hasta que en los últimos centímetros se apresura a toda velocidad y da un golpe de miedo. ¡Boommm! Otra de las cosas que habría que ajustar, el freno del cierre.

La chica da un respingo. Está más tensa que las cuerdas de mi guitarra. Debe tener dolor de cervicales crónico. Con el cuello tan largo que tiene y ni se aprecia. Adquiere esa postura de huida en la que uno se protege de las collejas, con los hombros elevados. Estoy por recomendarle a mi fisioterapeuta. Es buena, mi salvación cuando hago alguna salvajada moviendo más peso del que debería.

Sube las escaleras delante de mí y yo la sigo. En el primer rellano aprieta el interruptor de la luz. Es una escalera estrecha y algo oscura. Va a ir fatal para subir materiales. Acepto que no haya ascensor pero si encima la escalera es estrecha…

-Es aquí –dice buscando la llave correcta de un buen manojo.

-Eres como San Pedro, ¿eh?

-Sí, me lo dicen mucho.

Es más bien parca en palabras y ya que se lo toma tan enserio, mejor dejo de gastar bromitas.

-Vamos al tajo.

-¿¡Queeé…!? -dice con otro respingo, pero esta chica ¿qué se imagina?

-¡Joder! Perdona, quiero decir… que vamos al trabajo.

-¡Ah.., sí! –responde como intentando volver a la tierra desde otra dimensión- Necesito poner un techo de pladur aquí para tapar los revoltones.

-Entiendo…-digo mirando al techo- Saco mi metro y mido toda la superficie para poder hacerle un presupuesto.

-¿Las placas de pladur van a tu cuenta o a la mía? –le pregunto. El precio obviamente cambia mucho.

-Mío… Las tengo abajo en el almacén, pero habría que subirlas. Yo puedo ayudarte.

La miro… Supongo que se me nota la sorpresa porque pone cara de molesta. No es que lo dude, pero una caja pesa sobre los 25 kilos aproximadamente…

-De acuerdo –añado antes de que se exaspere más. Parece un poco borde y con lo tensa que está, sólo falta que la cabree. No es que me muera por el trabajo, pero tengo libre esta semana. Me han aplazado una claraboya hasta que se pongan de acuerdo arquitecto y propietario. Esto es sencillo y acabaré con tiempo para empalmar con el siguiente trabajo.

-Cuando tengas el presupuesto, ¿me lo podrás enviar por whatsapp?

–Claro, te lo envío esta noche

-¿Tan rápido?

-¿Es que quieres que tarde más? -pregunto con ironía.

-No, no, así mejor.

«Escribo novelas románticas y eróticas, si te está gustando esta novela, te recomiendo «Por un hombre así» que puedes descargarte en formato digital a través de la plataforma segura de Paypal. La descarga es directa pero aún así durante el proceso tendrás que escribir tu e-mail y yo te la enviaré a tu correo. Para cualquier duda, pregúntame en twitter o en mi correo
Échale un vistazo.»


Descubre más desde CAMR

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

A mí también me gusta leerte. Cuéntame algo...

Descubre más desde CAMR

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo