Episodio 12 «Eloise, ¿Por qué sonríes al mar?»

Me sentía totalmente rabiosa. Ya no sabía si con mi madre, con Sandra, con Raquel, con mi padre o con el mundo, pero nadie podía dirigirme la palabra porque saltaba a la mínima.

Iba a comprarme ese vestido despampanante, pero no para sentirme bien con él y pasármelo en grande sino para lograr mi objetivo de, por una vez, pisotear a quién intentaba pisotearme.

Sabía que no era mi estilo pero ¿cuál era mi estilo? ¿el de dejarme humillar continuamente? ¿el de confiar en los demás y que estos me defraudaran? ¿el de despreciarme a mí misma lo suficiente como para no sentirme «querible», digna de ser amada y con virtudes suficientes para que la gente me valorase?

Quería cambiar la situación, quería probar algo nuevo, quería experimentar lo que podía sentir Sandra al saber que tenía todo bajo control porque los demás no eran más que marionetas en sus manos.

Mi padre me dio bastante dinero, asustado por mi nueva reacción. Me dedicó una mirada extraña al entregarme los billetes. Como si no me conociera de nada e intentara intuir lo que ocurría dentro de mi cabeza a través de las ventanas de mis ojos.

El resultado de las compras fue un corto vestido blanco, ceñido en las caderas y un cuello ancho que dejaba ver mi hombro hasta medio brazo.

Estaba muy morena y el blanco me sentaba fenomenal haciendo más remarcable el tono bronceado de mi piel. Me recogí el pelo castaño dorado en un moño despeinado y me maquillé mis ojos almendrados como pudiera hacerlo cualquier profesional. Para eso me había mirado yo muchas revistas de moda aquella semana. Cuando acabé, casi no me reconocía, pero lo mejor fue la cara que puso mi padre cuando salí de mi habitación ya arreglada.

-Cariño…-dijo tendiéndome el brazo para que se lo cogiera- Tengo el honor de acompañar a una preciosa mujer al baile y ni siquiera me había dado cuenta.

Él también se había puesto muy guapo. Siempre había pensado que mi padre era un hombre encantador y muy atractivo que se enamoró de la mujer equivocada y eso le había marcado en su vida.

Salimos los dos por la puerta, cogidos del brazo, cosa que agradecí sobremanera porque las sandalias de tacón que llevaba, no era algo asiduo en mi vestuario.

Cuando entramos en el gran salón del restaurante, ya estaban casi todos allí. Estaba iluminado con distintos focos de colores y un ligero humo les cubría las piernas hasta las rodillas.
Todo el mundo parecía disfrutar bailando la música a todo volumen porque no paraban de reír.

Me fijé en cómo nos miraba la gente. Raquel estaba en un rincón junto a su hermana, la mayor, y me miró con el ceño fruncido. Ella llevaba unos pantalones ajustados que dejaban ver su estilizada figura.

Pero al que busqué con insistencia fue a Jordi. Allí estaba. Bailando con Sandra. Pero se fue parando lentamente como distraído. Al verme, su gran sonrisa dejó paso a una cara de sorpresa. La mirada de odio de Sandra fue indescriptible.

-Cariño, ¿quieres tomar algo? Te invito a un refresco -me dijo mi padre amablemente. Se le notaba orgulloso de llevar del brazo a la chica más guapa de la fiesta.

Mientras mi padre se acercó al bar, Jose que estaba en el otro extremo del salón se acercó a mí.

-¡Vaya! ¡Vaya! La chica que quiere enfrentarse a la vida, ha decidido hacerlo con su mejor vestuario…-no dije nada- Eres preciosa Eloïse, es una lástima que no te lo creas.

-¡Ya! los hombres sois así, veis a una mujer con minifalda y se os cae la baba.

-¡Conmigo te equivocas! No me refería a tu falda. No sé qué intentas demostrar. Ni la otra noche dejándote remojar, ni hoy dejándonos a todos con la boca abierta luciendo tu físico. Pero si estás haciendo todo esto, intuyo que es para encontrarte a ti misma y por eso digo que eres preciosa. Lo que veo bajo tu piel, me gusta tanto como lo que hay por encima -dijo esto y se alejó a charlar con Rebeca. Mi padre ya venía hacia mí con dos refrescos en la mano.

-Supongo que no bebes alcohol. Aunque después del cambio de hoy, quizás me haya perdido algo…

-No papá, tranquilo. Está muy bien así.

Jordi pareció disculparse con Sandra y se acercó a nosotros.

-¡Qué bueno verles sin barca dando tumbos, ni lluvia! -Nos dijo Jordi con una sonrisa.

-jajajaja -rió mi padre- ¡Tienes razón, chico! Mejor esta situación, pero como yo soy algo mayor, me voy a ir a hablar con los carrozones, tomando curvas…. Y se fue haciendo el payaso, como un niño que conduce un coche, hacia el grupo del señor Ramón y otros adultos.

Jordi lo miró alejarse con una gran sonrisa y luego me miró a mí a los ojos.

-Estás preciosa, aún no me has dicho tu nombre y eso que nos conocemos ya de varias ocasiones.

-Soy Eloïse. Yo en cambio sí sé el tuyo. Te llamas Jordi.

-¡Vaya! aquí todos son unos «porteras». No te creas nada de lo que te han dicho y menos, si ha sido mi hermano Albert. Ese se inventa trolas sólo para dejarme mal -dijo divertido.

-¡No, no, no ha sido él! -Empecé a urdir mi plan. Sabía que le había gustado porque le brillaban los ojos al mirarme- Sólo me han dicho que sales con esa chica, Sandra –dije señalando a la furiosa de mi rival con un gesto de cabeza.

-¡Ah! ¡jajajaja! Nooo… -dijo seductor- somos buenos amigos pero nada más. No he tenido tiempo de fijarme en chicas, hasta que has aparecido tú.

Su mirada era realmente seductora, su sonrisa, sus preciosos dientes blancos y sus labios brillantes pero yo no tuve tiempo de fijarme en todo eso. Sólo pensaba en mi venganza. Jordi ya no era el chico que me gustaba, sólo era mi instrumento para conseguir mi objetivo.


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