

A la mañana siguiente estaba pletórica. ¡Me lo había pasado tan bien la noche anterior! ¡Qué gran venganza y qué gran Victoria!
Por una vez en mi vida, no me sentía pisoteada.
Desayuné con mi padre y me puse el bañador para irme a tomar el sol a la playa y bañarme.
Mientras estaba tumbada sobre mi toalla y el sol calentaba la piel de mi espalda, noté un frescor, la sombra de alguien que estaba muy cerca. En un primer momento no quise hacerle caso, pero un segundo después alguien me tiró un buen puñado de arena en el pelo.
Entonces me levanté enfadada.
Era Sandra, con la misma cara de enfadada que yo.
-Nena, ¿qué te has creído? ¿Qué yendo de guapita una noche, vas a poder quitarme a Jordi? ¡No tienes clase, eres una puritana, una niñata! No puedes darle lo que él necesita. Me das pena mosquita muerta. No me vas a durar ni dos asaltos. ¡Y ándate con ojo, porque ahora solo ha sido un poco de arena, pero otra más, y te arrancaré los pelos uno a uno! –me gritó, antes de marcharse.
Me quedé con la boca abierta y asustada. Desde luego una reacción así no me la esperaba. Me estaba amenazando de llevar el asunto a las manos, pero ¿qué pretendía? ¿pegarme? ¡estaba completamente loca!
¿Por qué me habría metido en esto? Ahora Jordi me gustaba de verdad, pero si Sandra me veía con él, me haría pasar vergüenza.
Si antes me despreciaba, ahora me odiaba, y si era capaz de amenazarme de ese modo, seguro que sería capaz de cualquier cosa.
¡Qué sola me sentía! Raquel estaba enfadada conmigo, esto no era una cosa que pudiera contarle a mi padre y desde luego a Jordi tampoco, ¿¡cómo le iba decir que tenía miedo de Sandra?!
Nunca había arreglado mis problemas a tortazos. No es que no pudiera pegarle yo también, es que no me salía. Eso de pelearse estirándose del pelo, darse tortas y encima que te viera el resto de gente. Si me veía mi padre pegando a Sandra, se sentiría realmente defraudado conmigo.
Y ¿cómo iba a arreglar esto? La gente es odiosa. Siempre lo había pensado. No quería relacionarme con nadie. ¡Los enviaría a todos a la mierda! ¡Que me dejaran en paz! Yo no pertenecía a este mundo de malvados. Posiblemente debía de ser de otro planeta y siempre salía perjudicada, si no me defendía, mal, y si lo hacía, también. Sandra siempre intentaría llegar más lejos que yo. ¿Hasta dónde pensaba llegar yo? ¿Hasta que me sintiera completamente irreconocible? ¿Qué iba a hacer? ¿Pegarle? y luego ¿qué más? ¿Qué haría ella? Seguro que algo peor. ¿Y si hacía eso que había oído anteriormente…? Dicen que has de hacer algo lo suficientemente grave que deje al contrincante descolocado. Algo desmesurado para el daño que te han hecho, así el otro no tiene ganas de volverse.
Pero ¿cómo me sentiría yo, si hacía algo así? ¿De verdad iba a sentirme bien conmigo misma o me avergonzaría de mis propios actos para siempre?
No sabía cómo me había metido en esto pero ahora me iba a ser muy difícil salir.
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